Quantcast
Channel: music – www.descubridores.com
Viewing all articles
Browse latest Browse all 16

Las discográficas siguen sin entender el mundo actual

$
0
0

Spotify playlistSpotify anuncia una restricción para los usuarios de su tramo gratuito, aquellos que escuchan música sin pagar una cuota pero con publicidad intercalada cada pocas canciones, unos cincuenta millones de usuarios en todo el mundo que suponen para la compañía unos ingresos aproximados de $220 millones de dólares: algunos de los álbumes o canciones más novedosos de determinados artistas no estarán disponibles para estos usuarios, que tendrán que esperar en torno a unas dos semanas para poderlos escuchar.

La restricción viene a plasmar las permanentes tensiones entre Spotify y las compañías discográficas, empeñadas desde hace mucho tiempo en una cruzada por restringir el tramo gratuito del servicio. En la torcida lógica de las empresas discográficas, una reproducción gratuita es una amenaza, un problema, algo injustificable, porque entienden que de alguna manera desvaloriza el producto y supone un error que debe ser corregido. Sostienen que ganan muy poco por cada reproducción, y en su pretensión de ganar más, convierten a Spotify, un servicio líder y con un crecimiento envidiable, en una compañía en pérdidas. Las quejas de los artistas por las cantidades que reciben de Spotify, encabezadas por una Taylor Swift que puede tranquilamente tomar la decisión de retirar su música del servicio y renunciar sin despeinarse a seis millones de dólares, ignoran de manera irresponsable la gran verdad que se esconde tras estas cifras: que quien depreda a los artistas y se queda con sus beneficios no es Spotify, sino las propias discográficas.

¿Dónde está el problema de restringir el catálogo del tramo gratuito de Spotify para cincuenta millones de usuarios, sea de manera temporal o permanente? Sencillamente, que supone volver a enviar a esos usuarios a esquemas de descarga irregular. En el contexto actual de la música en la red, cuando cualquier canción está disponible a muy pocos clics de distancia, tratar de interponerse entre un usuario y la música que quiere escuchar supone crear un incentivo para que ese usuario, en lugar de integrarse en servicios que la industria podría eventualmente llegar a convertir en ingresos, se salga por la tangente y decida descargarse la música al margen de la industria.

De manera general, y desde hace mucho tiempo, todo intento de reducir el valor percibido de la oferta gratuita de Spotify supone incentivar la descarga irregular. La alternativa no está entre ganar poco por reproducción o ganar lo que ganaban antes, sino entre ganar poco y volver a no ganar absolutamente nada. Si en algún momento alguna discográfica pensó que su cruzada para eliminar las páginas de descarga persiguiendo a los usuarios surtió algún efecto, deberían dejar de consumir las sustancias que obviamente deben estar consumiendo: nunca fue así. Lo único que ha contribuido a que esas páginas sean menos utilizadas ha sido la disponibilidad de música en sistemas como YouTube, Spotify y otros similares. Nadie ha hecho tanto como Spotify por acabar con las descargas irregulares en la música, del mismo modo que nadie ha hecho tanto como Netflix y otros servicios similares por reducir las descargas de series de televisión.

El tramo gratuito es absolutamente fundamental para incentivar la prueba de un servicio como Spotify. La tasa de conversión de free a premium es la clave de este tipo de servicios, la forma de hacer que un usuario, tras una prueba mas o menos larga, decida pagar por un servicio. Spotify, a lo largo del tiempo, ha sido capaz de llevar esa tasa a valores muy poco habituales, y continúa haciéndolo. Resulta perfectamente normal y comprensible que un joven pueda pasarse algún tiempo escuchando Spotify con publicidad, pero que pase a convertirse en usuario premium en cuanto considere que su economía da para ello, en muchas ocasiones aprovechando ofertas promocionales de algún tipo o inclusión con otro tipo de servicios. Que las discográficas decidan ignorar esa circunstancia y prefieran castigar al usuario gratuito con un catálogo progresivamente más incompleto no hace más que reducir esa tasa de conversión, e incentivar al usuario a volver a buscar en la red las canciones que el servicio le niega, en esas páginas de descarga que tan poco gustan a la industria, pero que son completamente imposibles de eliminar. ¿Alguien de verdad cree que si un usuario no encuentra en el servicio las canciones que busca, eso le decidirá a pagar una suscripción por el mismo servicio que le ha proporcionado una experiencia frustrante? No, más bien le enviará a buscar y explorar otras soluciones alternativas.

El acuerdo de Spotify con UMG es un craso error que vuelve a mostrar hasta qué punto las empresas discográficas siguen sin entender nada. Otorgar a las discográficas “más flexibilidad para los nuevos lanzamientos” supone estropear el tramo de servicio gratuito, ofrecer al usuario un producto incompleto y una experiencia frustrante, desincentivar la conversión y enviar a más personas a páginas de descarga. Es el grave problema de una compañía cuya única alternativa para ofrecer su servicio es “tener al enemigo en casa”, un enemigo que ya ha demostrado en numerosas ocasiones su megalomanía y su nula comprensión del mundo actual.

 

Powered by WPeMatico


Viewing all articles
Browse latest Browse all 16

Trending Articles