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Las ventanas de explotación geográfica y el puzzle europeo

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Puzzle UELa reciente decisión de la comisaria europea de competencia, Margrethe Vestager, de acusar a los seis grandes estudios de Hollywood y a la británica Sky de prácticas anticompetitivas debido al uso de medidas de bloqueo geográfico dentro del mercado común europeo tiene mucho más fondo y merece mucha más atención de lo que inicialmente podría parecer, y podría terminar afectando de manera muy positiva a la competitividad y al desarrollo de un mercado único europeo. 

Según la denuncia de la Unión Europea, los complejos acuerdos de licenciamiento geográfico que hacen que las series de televisión o las películas estén únicamente disponibles en determinados territorios de la Unión Europea supondrían una restricción a la libre competencia entre las diferentes cadenas, y deberían por tanto ser eliminados. Los canales de pago deberían poder ser accesibles desde cualquier país de la Unión Europea, emitan a través de la red o vía satélite: si un usuario de cualquier país desea acceder a esos contenidos, debería tener derecho a obtenerlos mediante el pago correspondiente. La medida crearía un escenario de competencia hasta el momento desconocido, en el que las cadenas tendrían que competir entre sí sin poder contar con ventajas exclusivas basadas en ventanas de explotación asignadas geográficamente, que definen artificialmente escenarios de competencia imperfecta.

La idea resulta perfectamente coherente con la estrategia de mercado único digital: todo contenido creativo , sean películas, música o televisión, debería estar disponible en las mismas condiciones en toda la Unión Europea, sin estar sujeto a ningún tipo de práctica discriminatoria derivada de razones comerciales. Para el mercado audiovisual, es sin duda lo mejor que podría ocurrir, aunque algunos vayan a tardar mucho en darse cuenta. Se acabó el sobrevivir en función de fronteras artificiales y en base a contenidos obtenidos en exclusiva para dentro de esas fronteras: si quieres ser competitivo, tendrás que serlo en las grandes ligas. Para empresas como Netflix, que únicamente está disponible en unos pocos países y con catálogos independientes y diferentes en cada uno de ellos, la idea de competir con un único gran catálogo completamente unificado resulta, sin duda, un verdadero soplo de aire fresco que hace que la situación se parezca mucho más a la que conocen en su mercado de origen, los Estados Unidos.

¿La gran diferencia? Lógicamente, que mientras en los Estados Unidos, ese mercado único es real y se basa en unos 320 millones de personas que hablan y consumen contenidos mayoritariamente en un idioma común, en la Unión Europea hablamos de quinientos millones de personas que, en realidad, distan aún mucho de considerarse un mercado único como tal, que hablan veinticuatro idiomas reconocidos como oficiales y más de quince no oficiales. El inglés, por supuesto, es el segundo idioma más hablado en el continente y, de facto, la lengua común con la que resulta más sencillo moverse, pero eso no impide que haya un segmento muy importante de esos quinientos millones de personas que no tengan especial interés en consumir contenidos en ese idioma. Para otros, en cambio, la idea de acceder a determinados contenidos con las ventanas de disponibilidad que suelen tener en mercados como el del Reino Unido, carentes de barreras idiomáticas con respecto a los Estados Unidos, resulta indudablemente muy atractiva.

Las posibilidades de ese mercado único de cara al consumo de contenidos son indudablemente muy interesantes. Pero sobre todo, hablamos de unas restricciones geográficas que no son ya más que un atavismo sostenido únicamente en función de intereses comerciales artificiales. Nos hemos hartado de decirlo a lo largo del tiempo: las ventanas de explotación geográfica no tienen ningún sentido en un mundo en el que los contenidos fluyen a través de una red global y están a nuestro alcance en unos pocos clics, y de hecho, su mantenimiento es en gran medida el responsable de muchos de los problemas que la industria afirma padecer. Eliminar ese tipo de restricciones en Europa es un primer paso importante, que debe ser llevado a cabo lo antes posible, y que además, cuenta ya con precedentes históricos.

Ninguna de las empresas objeto de la acusación ha contestado aún. En caso de ser encontradas culpables de prácticas restrictivas de la competencia, como de hecho resulta evidente por muy comúnmente aceptadas que estuviesen dentro de su industria, podrían tener que hacer frente a multas de hasta un 10% de su facturación anual. Pero sobre todo, estaremos demostrando un verdadero interés en hacer de Europa un verdadero espacio común, algo fundamental de cara a la construcción de su ventaja competitiva. Quedarán aún factores muy importantes de cara a que se genere un espacio genuinamente competitivo, pero en cualquier caso, parece un paso en la buena dirección.

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